lunes, 12 de mayo de 2008

CRIMEN EN EL BARRIO. PRIMERA ENTREGA


Qué duro es darte cuenta de que puedes dejar sobre tu barriga el mando de la tele, cuando estás sentado en el sofá, sin que se caiga. Y no sólo que puedes, sino que lo haces y que en vez de buscar a tientas el mando a los lados de tu asiento, automáticamente te llevas la mano al inicio de tu panza, que ahora nace justo debajo del pecho, al que ya puedes llamar “los pechos”.
Muy duro.
Pero no siempre he sido así.
He sido incluso peor. Hubo un verano en el que alcancé los noventa kilos. Y soy alto, pero no tanto. Mi novia siempre recuerda lo atractivo que la resultaba gordo como un tonel, en bermudas medio caídas y con unas de esas zapatillas de puntera de goma blanca. ¿Cuándo se pasarán de moda definitivamente?
Ahora no llego a los noventa kilos, pero estoy cerca. La parte superior de mi barriga puede albergar, además del mando de la tele y el del video, una lata de cerveza del Mercadona bien a gusto.
También he tenido temporadas en las que me ha dado por investigar crímenes irresolutos.

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