viernes, 5 de septiembre de 2008

Comentario de "Crimen en el barrio"

COMENTARIO DE F.J. ILLÁN, EN "SEDICE":
Esta novela no tiene texto en la contraportada, pero me parece interesante reproducir el comentario que el propio autor me envió: una novela de humor en la que El Churrero, El Quiosquero, Los Habituales y el pérfido Marquitos montan la de Dios en una orgía de asesinatos, perversiones sexuales, gatos encerrados y tortugas subterráneas.
COMENTARIO: Con lo anteriormente expuesto, se puede esperar cualquier cosa de una novela que es de humor, pero también de misterio, ciertos toques de novela negra o policíaca y que va a tener entre sus personajes que, por cierto, viven en Segovia, a un churrero, a un quiosquero, a dos habituales del Quiosco en cuestión, a otro que aún no ha conseguido la categoría de habitual, y que se llama Marquitos (creo que uno de los pocos nombres que aparecen en la novela), el narrador y al hermano del churrero, quien nos deparará inesperadas sorpresas. Esta novela empieza con una escena muy propia de Los Simpsons: qué duro es darte cuenta de que puedes dejar sobre tu barriga el mando de la tele, cuando estás sentado en el sofá, sin que se caiga. Y no sólo que puedes, sino que lo haces y que en vez de buscar a tiendas el mando a los lados de tu asiento, automáticamente te llevas la mano al inicio de tu panza, que ahora nace justo debajo del pecho, al que ya puedes llamar “los pechos”. Y, a partir de ese momento este es el tono de una novela sin pretensiones, excepto hacernos pasar un buen rato, de una lectura agradable, sin estar separada en capítulos ni nada. Sólo la lectura por el placer de leer. ¿Qué queréis que os diga si quien nos cuenta la acción, el llamado Narrador, ese que se da cuenta de las dimensiones de su barriga y sus pechos, reconoce que la coliflor está sustituyendo a su cerebro? Podéis esperar cualquier cosa de esta novela, un misterioso crimen en el barrio que, cuando se resuelve, reconoceréis la acción que ocurre cualquier día en cualquier lugar de cualquier ciudad o pueblo, aunque este se llame Segovia. No quiero hablaros del nido de las tortugas, ni del mostruo soplador, no quiero, pues os recomiendo que lo descubráis vosotros mismos. Todo tan sencillo, y de tan buen humor, que hemos de saber que, si nos rompen una botella de anís en la cabeza, se nos quedará un perpetuo olor al dulzón líquido, además de intentar encontrar respuesta a la pregunta de por qué los rizos que aparecen en determinadas partes del cuerpo no se tele-transportan hasta la calva, aunque me llamasen pelo-polla, nunca mejor dicho.

2 comentarios:

François de Fronsac dijo...

Estimado amigo:

Gracias por lo que me corresponde.

Saludos.

EL INSTIGADOR dijo...

Gracias por el link. Ésas cosas se dicen que me he enterado de casualidad.

Ya tienes uno en el mío.

Bye.