lunes, 20 de abril de 2009

Son las cuatro y media de la madrugada.

Me ajusto el cinturón de mi batín y balanceo mi pipa a modo de batuta, mientras un agudo de María Callas a punto está de romper mi copa de brandy. Esta vez no digo la marca, porque se me han acabado los coñacs caros y estoy bebiendo del barato. En realidad es un sol y sombra, pero no quería decirlo porque queda más de tasca que de buhardilla bohemia (atención amigos, acabo de meter dos palabras con hache intercalada. No sé a qué coño espera la R.A.E. para darme un sillón; o dos, que me estoy poniendo como un trullo). Siento una punzada en mi estómago. No son nervios, no es la úlcera de tanto privar a deshora; es la inspiración, que me visita en mitad de la noche, y me tendrá tecleando mi vieja olivetti hasta que me duerma sobre la mesa exhausto y satisfecho tras el alumbramiento de otra nueva joya literaria. Inmortalidad, allá voy.
Son las cuatro y media de la madrugada.
Me ha despertado un pinchazo en la tripa, y casi no llego. Demasiada ternera Tie-Ban y demasiados tallarines a la supergrasa para ser un domingo por la noche. La explosión ha tenido que despertar a los vecinos.
Y si eso no les ha despertado, seguro que el concierto de escobilla que he tenido que interpretar a continuación sí que le han oído.

3 comentarios:

El Padrino dijo...

¿Por qué siempre entre cuatro y cuatro y media de la madrugada? Es tu hora feliz?
Ánimo, muchacho, en la próxima serán las cuatro y cuarenta y cinco y tomarás una cerveza recalentada.

anselmo dijo...

Parece que la mezcla se brandy y comida exótica hace que tu tracto intestinal se convierta en zona inflamable. Mantén siempre las llamas del mechero alejadas para evitar una combistion espontanea.
Un saludo

José Miguel Vilar-Bou dijo...

Tremendo. A quienes beben sol y sombra se les habla de usted. Y a quienes escriben así, todavía más.