miércoles, 6 de mayo de 2009

Por motivos que os gustaría saber, pero que no voy a contar

He tenido que pasar la noche fuera del campo base.
El objetivo de la pasada jornada era el simple acercamiento al poblado; establecer puntuales contactos con los lugareños y volver sano y salvo al campamento.
La travesía comenzó sin mayores problemas. Localicé un medio de transporte, acudí al centro del asentamiento, intercambié impresiones con los aborígenes en lenguaje común, y casi sin darme cuenta, fue pasando el tiempo hasta que desapareció mi medio de transporte y no pude volver a nuestra base.
Ante mi tardanza, recibí mensajes desde el campamento, por medio de sofisticados sistemas de comunicación con los que esta expedición cuenta. Al principio eran de preocupación por si hubiera ocurrido un error de cálculo y hubiese más riesgos de los que previmos en una etapa tan sencilla; pero una vez fue comprobado que el retraso se debía a una excesiva empatía con los locales, la encargada de las comunicaciones me envió señales desde el campamento en un tono mucho menos profesional:
"¿Has visto qué hora es? Es miércoles hijo de puta. Voy a echar la llave. Tú mismo".
No consideré oportuno enrarecer todavía más el ambiente de la expedición. No es bueno que haya fricciones entre los miembros del equipo, sobre todo cuando algunos de ellos piensan que otros están teniendo otro tipo de fricciones con otras culturas. No fue el caso. Y no por falta de oportunidad. Había nativas que me prestaban atenciones mucho más allá de la simple curiosidad ante un explorador perdido. Pero mi firme voluntad, y la idea siempre presente en mi mente del fiel cumplimiento del objetivo de mi misión, me hicieron declinar. He oído cosas horribles sobre ligues exóticos y riñones extraídos.
El resto de la noche la pasé vagando por el asentamiento en busca de cobijo, que fui encontrando en compañía de algunos sherpas que se unieron a la expedición y de otros exploradores perdidos.
La buena temperatura y espontáneas celebraciones callejeras hicieron que la búsqueda de techo bajo el que pasar la noche se hicera más fácil. Sin embargo, las construcciones a las que accedíamos tenían hora de cierre. Éramos bien recibidos y se nos ofrecían diversas viandas locales, hasta que nos invitaban a abandonar la choza, y se nos indicaba el camino hasta el siguiente alojamiento, que también solía tener hora de salida. Del último cobijo salimos de día. Varios exploradores sufrieron desconocidos síntomas y tuvieron que ser sacados en volandas por los sherpas, que los iban depositando en los márgenes de las calles, hasta que un vehículo que arrojaba agua los iba purificando.
La llegada al campo base fue difícil. La encargada de comunicaciones no quiso oír una palabra sobre el mal de altura del que venía aquejado. Simplemente depositó mis escasas pertenencias fuera de la tienda (aunque se quedó con algunas cosas mías) y decidió que desde ese momento nuestras expediciones irían por caminos separados.
Qué duro es ser explorador.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Durísimo.

anselmo dijo...

Vaya. Te admiro. No pierdes el sentido del humor ni en situaciones duras. verás como se arregla, compañero.
un abrazo

El Padrino dijo...

Hay que prepararse siempre a fondo. Las profesiones de alto riesgo necesitarían de una dedicación muy especial, una preparación exhaustiva... Creo que faltaste al crédito titulado: Modo de articular el plan B. "Teoría, praxis y riesgos", según el estudio realizado por Estoes Unam Ilonga.

Anónimo dijo...

Cuela bajo la tienda poemas de amor y arrepentimiento no sentido.
Y una porra para el próximo partido.
Si no funciona utiliza Tres en Uno.

Qué chorra.

Anónimo dijo...

Si no te molesta, te añado en la lista de blogs que leo.

Unknown dijo...

Flipo, de dónde coño sacas esta exploración de tus fosas nasales después de una gran ingesta de coca?

vaya, yo también te admiro, como Anselmo.

A sus órdenes S.C